LA
MUELA DEL JUICIO
Era un día cualquiera un niño y su abuelo, un anciano
de unos venerables sesenta y tantos años, salieron a la clínica “El Dientón” del
doctor Másmuelas, porque al anciano le dolía la muela del juicio. A esa edad,
dientes y muelas se caen como las hojas, pero a éste hombre recién le había
salido la dichosa muela y le dolía la boca como si mil demonios le estuviesen
hincándole con sus trinches al rojo vivo.
El galeno los recibió amablemente, auscultó en un dos
por tres al paciente y le recetó unas pastillas antiinflamatorias y asunto
arreglado.
El niño y su abuelo fueron a una farmacia donde
compraron los medicamentos. Al toque las tomó de acuerdo a lo que le había
dicho el dentista. Y nada. El dolor seguía. El niño comunicó a su padre, que
era un comandante de la policía y juntos fueron al dentista con cara de pocos
amigos.
El médico escuchó los reclamos con paciencia de Job.
Luego, examinó nuevamente al anciano, y concluyó que debía sacarle sí o sí la
traviesa muela, que era la única que le tenía, pues utilizaba dientes postizos.
El setentón dijo que no. Entonces, muy molesto el doctor le respondió:
-¡Si no quieres tener ningún dolor, sáquese la muela,
caso contrario, le seguirá doliendo por dos meses más!
-¡Ah! Por dos meses más, ¿y ya no tendré más dolor? -
preguntó el paciente.
-Ya no los tendrá luego de ese tiempo. – Sentenció el
dentista.
- Entonces, recéteme algo más fuerte para que no me duela,
porque esta muelita, es mi tesorito que por nada del mundo me la quito. –
Concluyó sabiamente el abuelo.
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